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uso de la palabra

Psicólogo infantil Barcelona: El horror del sin sentido

Psicólogo infantil Barcelona: El horror del sin sentido

Empezamos la semana con un trágico suceso en la ciudad de Barcelona. Fue un día triste para toda la sociedad pero tocó de lleno en el corazón de la comunidad educativa.
Un alumno había matado a un profesor en un instituto de secundaria de Barcelona.

Conmoción. Perplejidad. Horror y miedo, mucho miedo.

Todo el mundo nos preguntamos ¿Cómo ha podido pasar? ¿Cómo seguimos adelante? ¿Qué hacer a partir de ahora?… y preguntas todavía más tremendas: ¿Se pudo haber evitado? ¿Se podría haber detectado? ¿Se medicaba a este niño (como si fuera un objeto a medicar)? ¿Existe una posible prevención de riesgos?

 Muchas preguntas se abren en todos los sectores de la sociedad. Los debates son necesarios, pero no nos apresuremos en cerrar con rápidas respuestas.

Creo que debemos ser prudentes. La rabia, el miedo y la consternación nos hacen pedir, exigir, demandarnos (y acusarnos) entre nosotros, los unos a los otros (p.ej. educación a sanidad y al revés, etc) solucines mágicas, que no existen, y al fin y al cabo son intervenciones totalmente reactivas al dolor que aparece siempre ante el sin sentido de actos como éste, más el redoblamiento por el sin sentido de la muerte. Lidiar con este real no será fácil.

No busquemos culpables, ni dónde falló el sistema (son preguntas falsas que conducen a respuestas falsas). Responsables fuimos y somos todos, aunque algunos, son más que otros. Es cierto que faltan recursos, los profesores gritan con fuerza que necesitan más recursos, y tiempo, tiempo para conocer a los chicos, tiempo para trabajar un vínculo con ellos, tiempo para atenderlos, tiempo para educarlos…

Qué hubiera pasado, y yo también me pregunto, si alguien por la mañana, a primera hora, con tiempo, le hubiera preguntado a ese chico, ¿cómo estás? Alguien que con tiempo, y ganas, hubiera querido escuchar cualquier respuesta. También me pregunto: ¿Con quién estuvo este chico cuando se levantó? ¿Desayunó sólo? Y ese fin de semana previo, ¿Qué pasó? ¿Y todas las veces que él contó que tenía una lista negra? ¿Y todo el tiempo qué dedicó a hacer un plano de su instituto… Pero, ¿dónde estaban los demás? ¿Qué es lo que hicimos? ¿Miramos para otro lado?
¿Cuántos adultos cercanos a él tuvieron ocasión de preguntarle cómo le iba todo? ¿Qué se nos pasó por delante? ¿Qué fue lo que no vimos? ¿Qué no supimos escuchar? ¿Qué no supimos leer en sus actos? Y sus palabras? Y en sus silencios? ¿Qué no quisimos entender? ¿Qué fue lo que nos pareció que eso no era cosa nuestra?

Amigos, padres, educadores, maestros, médicos, familia, psicólogos infantiles, comunidad…. todos estamos concernidos y a todos se nos pasó algo.

De lo que se trata es de ofrecer a los chicos la posibilidad de ser escuchados, de poder tener referentes claros y de ayudarlos a encontrar su lugar en el mundo.

Ahora dirán las palabras mágicas de moda: Hay que evaluar más todavía, más detección temprana, más tests, más severidad en los castigos, más control, más seguridad en las escuelas…

Pero se nos vuelve a olvidar que siempre hay algo que escapa, que no todo es evaluable ni calculable, y que el riesgo 0 no existe. Algo llamado factor humano no se deja atrapar fácilmente, pero quién dijo que escuchar y tener en cuenta al otro fuera una tarea fácil.

Me gustó un titular que utilizó Elperiódico de Catalunya en uno de los artículos que dedicó al tema: El profesor de educación física reduce al alumno con palabras.

Para este niño, como para cualquier otro sujeto, las palabras tienen un indudable efecto. La palabra calma, atempera, ofrece amparo, protege, nos humaniza, nos hace sujetos, nos hace libres… Poner palabras a lo que sentimos reduce el dolor, alibera, alivia… Qué poca importancia le damos hoy en día a la palabra. Qué efecto hubiera tenido la palabra en la vida de este niño, un niño silencioso, al parecer. Desgraciadamente, y más a menudo de lo que quisiéramos, los casos más graves nos pasan desapercibidos, porque son chicos que  no molestan, no irritan, no distorisonan la clase, no son “disruptivos” y por eso no tenemos tiempo para ellos, “hay otros peores”.

Quizás debiéramos mirarnos todos hacia dentro y reflexionar acerca de nuestras posiciones, de las consecuencias de nuestros actos.

No podemos renunciar a la escucha, al diálogo, en definitiva, al buen uso de la palabra.

 

Mila Herrera

Psicólogo Barcelona

Escrito por:
Mila Herrera
Directora de Psicoclínica Barcelona

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