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En la actualidad, el cuerpo ocupa un lugar privilegiado en la manera en que las personas expresan su malestar. Dolores persistentes, enfermedades psicosomáticas, cansancio extremo o dificultades digestivas se convierten en lenguajes que sustituyen a las palabras. No es casualidad: vivimos en una época en la que se privilegia lo inmediato, lo que puede medirse y cuantificarse, mientras lo subjetivo y lo singular se dejan de lado.

Desde la orientación psicoanalítica lacaniana, el cuerpo no se entiende como una máquina que se avería, sino como el escenario donde se inscribe lo que no encuentra cauce en el lenguaje. Allí, donde la palabra falta, el cuerpo toma la palabra.

como debemos escuchar a nuestro cuerpo

¿Qué significa que el cuerpo habla lo que la mente calla?

Decir que el cuerpo habla lo que la mente calla no significa que el cuerpo “piense” por sí mismo, sino que se convierte en el portador de un mensaje. Cuando algo del sufrimiento psíquico no puede expresarse con palabras —por censura, por desconocimiento, por dificultad en ponerlo en discurso— aparece en forma de síntoma corporal: contracturas que se repiten, dolores de cabeza sin causa médica clara, insomnio persistente o fatiga inexplicable.

El psicoanálisis entiende este fenómeno como un modo de retorno de lo reprimido. Lo que no logra articularse en la palabra retorna en el cuerpo. El síntoma, entonces, se presenta como un enigma: algo que habla, pero en un idioma extraño, que requiere ser descifrado. La tarea analítica no es “eliminar” el síntoma sin más, sino escuchar lo que en él se está diciendo, lo que el cuerpo viene a poner en acto allí donde el discurso ha quedado interrumpido.

¿Cuándo la mente enferma, el cuerpo?

El lenguaje cotidiano suele contraponer mente y cuerpo como si fueran dos entidades separadas, pero el psicoanálisis propone otro enfoque: no hay mente sin cuerpo, ni cuerpo sin la inscripción del lenguaje.

El sufrimiento psíquico puede encontrar múltiples vías de expresión corporal, porque el cuerpo no es ajeno a la historia del sujeto, sino parte constitutiva de ella.

Cuando la mente enferma —entendiendo aquí “mente” como el aparato psíquico atravesado por el inconsciente— el cuerpo puede convertirse en el escenario donde esa enfermedad se hace visible. Por ejemplo, en situaciones de duelo no elaborado, de ansiedad no dicha o de conflictos subjetivos intensos, es frecuente que aparezcan síntomas físicos.

No se trata de que el cuerpo se enferme “después” de la mente, sino de que ambos participan de una misma trama en la que el malestar encuentra diversas formas de manifestarse.

la expresión corporal con la mente enferma

¿Cuándo la mente no funciona, el cuerpo habla?

Esta formulación resuena con una verdad clínica: cuando el sujeto no logra poner en palabras lo que le sucede, el cuerpo se convierte en el portavoz. El síntoma corporal ocupa el lugar de una palabra no dicha. Un dolor de estómago recurrente, una crisis de pánico que se manifiesta con palpitaciones y falta de aire, una tensión muscular que no cede: todo ello puede ser leído como un modo de hablar del cuerpo cuando el sujeto no encuentra cómo decirlo de otro modo.

Sin embargo, no se trata simplemente de que el cuerpo “sustituya” a la mente, sino de reconocer que el lenguaje inconsciente habita el cuerpo mismo. El síntoma corporal está tejido con palabras, aunque el sujeto no lo sepa. Por eso, en la experiencia analítica, se trata de pasar de lo que el cuerpo dice de manera silenciosa a lo que el sujeto pueda decir con su propia palabra, inaugurando así otro lazo con su malestar.

¿Qué tiene que ver la mente con el cuerpo?

Desde el psicoanálisis, el cuerpo no es solo biológico, es un cuerpo atravesado por el lenguaje. Lacan lo formula de manera precisa: el cuerpo es el lugar donde el significante deja huellas. Esto significa que las experiencias tempranas, las palabras recibidas, las marcas simbólicas, construyen un cuerpo que es más que carne y hueso.

La mente —o, mejor dicho, el aparato psíquico— no puede desligarse de ese cuerpo. El dolor psíquico se encarna, y el dolor corporal resuena en lo psíquico. Mente y cuerpo no se suman, se entrelazan en la experiencia de cada sujeto. Por eso, cuando alguien dice “me duele el cuerpo” o “no puedo más con este cansancio”, no conviene reducirlo a lo orgánico ni tampoco a lo puramente emocional. Se trata de escuchar la singularidad de ese malestar, lo que el sujeto intenta —aun sin saberlo— decir a través de él.

Una lectura psicoanalítica del malestar actual

En nuestra época, el cuerpo se ha convertido en un escenario privilegiado del sufrimiento. El aumento de síntomas somáticos sin explicación médica clara, el auge de los trastornos alimentarios o la proliferación de cuadros de ansiedad que se manifiestan corporalmente son expresiones de este fenómeno. Frente a un mundo que exige productividad, rapidez y rendimiento, el cuerpo se resiste, se enferma, habla.

La lectura psicoanalítica no se centra en silenciar ese malestar, sino en darle un lugar de palabra. El síntoma corporal es una vía de acceso a lo inconsciente, y el análisis puede abrir la posibilidad de que el sujeto se encuentre con aquello que su cuerpo estaba diciendo por él.

Una invitación a la palabra

Cuando el cuerpo habla en lugar de la palabra, lo que se vuelve necesario no es acallarlo, sino escucharlo. El psicoanálisis ofrece un espacio para que el sujeto pueda poner en palabras lo que hasta entonces se expresaba en el cuerpo. En ese proceso, el malestar puede transformarse: deja de ser un peso incomprensible para convertirse en un mensaje que cada uno puede asumir de un modo singular.

Si sientes que tu cuerpo habla de un modo que no alcanzas a comprender, abrir un espacio de análisis puede ser la vía para empezar a escucharte y darle otro lugar a tu experiencia. Allí donde hoy hay silencio o síntoma, puede empezar a haber palabra.

Escrito por:
Mila Herrera
Directora de Psicoclínica Barcelona

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