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La autoestima es uno de los aspectos más centrales de la vida subjetiva. No se trata únicamente de “sentirse bien consigo mismo”, sino de cómo cada sujeto se posiciona frente a sus deseos, límites y posibilidades. Desde la orientación psicoanalítica, la autoestima puede entenderse como un entramado complejo que articula la relación consigo mismo, con el otro y con las expectativas culturales que atraviesan nuestra subjetividad.

Es un discurso interno que oscila entre la plenitud —cuando el sujeto se reconoce y acepta su singularidad— y la autoexigencia, que puede convertirse en fuente de malestar y tensión constante.

¿Qué es la autoestima?

discurso de autoestima plenitud personal

La autoestima es, en términos generales, la valoración que un sujeto hace de sí mismo. No es un estado fijo, sino un proceso dinámico que se construye a lo largo de la vida y que se ve influido por experiencias tempranas, vínculos afectivos y la manera en que el sujeto interpreta su relación con los demás y consigo mismo.

Desde la orientación psicoanalítica, se concibe como la capacidad de sostener un reconocimiento de sí mismo a pesar de las frustraciones, los fracasos o las contradicciones internas. Es un modo de estar en el mundo, que permite tomar decisiones, afrontar desafíos y relacionarse con los otros desde una posición de equilibrio entre el deseo y la realidad.

¿Cuáles son los 4 tipos de autoestima?

La autoestima no es uniforme; puede manifestarse de formas diversas según cómo el sujeto se posiciona frente a sus logros, límites y vínculos:

  1. Autoestima saludable: Se caracteriza por un reconocimiento realista de las propias capacidades y limitaciones. Permite al sujeto disfrutar de sus logros sin depender exclusivamente de la aprobación externa.
  2. Autoestima inflada: En este caso, el sujeto tiende a sobrevalorar sus habilidades y logros, a menudo como defensa frente a inseguridades profundas. Puede generar dificultades en las relaciones interpersonales y una constante necesidad de validación externa.
  3. Autoestima frágil: Se manifiesta como una dependencia excesiva de la opinión de los demás y una sensibilidad extrema a la crítica. El sujeto puede experimentar ansiedad, inseguridad y autocrítica constante.
  4. Autoestima baja: El reconocimiento de sí mismo es insuficiente o negativo. El sujeto puede subestimarse, sentirse incapaz y experimentar un malestar profundo que afecta su funcionamiento cotidiano.

Comprender estas modalidades ayuda a identificar cómo la relación con uno mismo puede oscilar entre la aceptación y la autoexigencia excesiva, y cómo esas oscilaciones impactan en la vida cotidiana.

¿Cuáles son los 4 pilares de la autoestima?

Existen ciertos elementos fundamentales que sostienen la autoestima y permiten al sujeto construir una relación más equilibrada consigo mismo:

  1. Autoconocimiento: Conocer las propias fortalezas, limitaciones y deseos es la base de una autoestima sólida. Implica una exploración de la singularidad del sujeto, más allá de comparaciones con otros.
  2. Autocuidado: Cuidar del propio cuerpo, mente y emociones es un reflejo de respeto hacia uno mismo. Incluye hábitos saludables, manejo de emociones y reconocimiento de necesidades personales.
  3. Autovaloración: Reconocer el propio valor, sin depender exclusivamente de la aprobación externa. Este pilar permite al sujeto mantener un sentido de dignidad y confianza, incluso frente a críticas o fracasos.
  4. Autonomía: Capacidad de tomar decisiones y actuar según el propio deseo, respetando tanto los límites personales como los de los demás. La autonomía fortalece la autoestima al permitir que el sujeto se sienta responsable de su vida y de sus elecciones.
cuales son los pilares de la autoestima

Estos pilares no son independientes; se entrelazan y se sostienen mutuamente, generando una base sólida sobre la que se construye la relación con uno mismo y con el mundo.

¿Cómo mejorar la autoestima?

Mejorar la autoestima es un proceso que requiere tiempo, reflexión y práctica. Desde la orientación psicoanalítica, se propone un enfoque que no se limita a consejos superficiales, sino que busca explorar las raíces del malestar y fortalecer los recursos internos del sujeto:

  1. Reconocer patrones de autoexigencia: Identificar cuándo la crítica interna se vuelve excesiva y qué situaciones la disparan. Esto permite diferenciar entre la autocrítica constructiva y la que erosiona la autoestima.
  2. Escuchar el propio deseo: Comprender qué es lo que realmente se quiere y lo que se ha interiorizado como obligación externa. Poner en palabras el deseo ayuda a fortalecer el vínculo consigo mismo y a reducir la autoexigencia.
  3. Trabajar la relación con los otros: La autoestima no se construye en aislamiento. Analizar cómo los vínculos y expectativas externas afectan la valoración de uno mismo permite desarrollar una relación más equilibrada con los demás.
  4. Aceptar la imperfección: Reconocer que los errores, límites y fracasos forman parte de la experiencia humana. La aceptación de la imperfección reduce la autoexigencia y abre espacio para la plenitud subjetiva.
  5. Prácticas de autocuidado y autovaloración: Incorporar hábitos que refuercen la relación consigo mismo, como actividades que generen placer, reconocimiento de logros y pausas para la reflexión personal.

El objetivo no es alcanzar una perfección idealizada, sino construir un modo de relacionarse con uno mismo que permita sostener el deseo y la plenitud, aun en medio de las dificultades y limitaciones de la vida cotidiana.

Entre la plenitud y la autoexigencia

El discurso de la autoestima se sitúa entre dos polos: la plenitud, cuando el sujeto se reconoce y se respeta, y la autoexigencia, cuando la crítica interna y la presión por cumplir con expectativas externas se vuelven dominantes. Esta tensión es inherente a la condición humana, pero su intensidad varía según la historia subjetiva de cada individuo.

Desde la orientación psicoanalítica, se entiende que la autoestima está ligada al deseo y al reconocimiento de la propia singularidad. La plenitud no consiste en sentirse perfecto o superior a los demás, sino en sostener un vínculo saludable con uno mismo, capaz de tolerar la crítica, las frustraciones y los límites propios y ajenos. La autoexigencia, por su parte, aparece cuando ese vínculo se debilita, cuando la valoración de uno mismo depende de la aprobación externa o de la comparación constante con otros.

Una invitación a la reflexión

La construcción de la autoestima es un camino de exploración subjetiva. Observar cómo se relaciona uno consigo mismo, identificar patrones de autoexigencia y reconocer los propios logros y deseos permite fortalecer los pilares que sostienen la valoración personal.

Si sientes que la autoexigencia limita tu plenitud o que tu autoestima necesita ser revisada, dedicar tiempo a la reflexión y a la escucha interna puede abrir un espacio de transformación. Desde la orientación psicoanalítica, trabajar sobre la relación con uno mismo permite que la palabra, el deseo y la valoración personal encuentren un equilibrio más estable. Allí donde hoy hay crítica constante y tensión, puede comenzar a surgir reconocimiento, confianza y un sentido más profundo de plenitud.

Escrito por:
Mila Herrera
Directora de Psicoclínica Barcelona

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