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Dormir debería ser uno de los actos más naturales, un retorno cotidiano a la calma donde el cuerpo se entrega y la mente se suspende. Sin embargo, para muchas personas, el sueño se ha convertido en un territorio de batalla. El insomnio por estrés es hoy uno de los malestares más frecuentes de la vida contemporánea: una señal de una mente saturada, que no logra encontrar descanso ni siquiera cuando el cuerpo se detiene. En muchos casos, el insomnio es la forma en que el cuerpo muestra un malestar que aún no ha podido ponerse en palabras.

Desde la orientación psicoanalítica, el insomnio no se entiende solo como un problema fisiológico, sino como un síntoma: una manifestación del conflicto entre lo que el sujeto vive, piensa y calla. Cuando el pensamiento no cesa, cuando la exigencia o la preocupación colonizan el espacio del descanso, el sueño se convierte en un escenario donde algo del malestar intenta decirse, aunque sea a través del cuerpo que no puede dormir. En el equipo de Psicoclínica Barcelona trabajamos el insomnio como una vía de acceso a ese malestar que se expresa de noche, pero se teje en la vida diaria. En estos casos, puede ser útil abrir un espacio de trabajo como el que se ofrece en nuestra terapia psicológica para el insomnio y otros trastornos del sueño.

insomnio mente saturadaCausas del insomnio

El insomnio puede tener múltiples causas: hábitos inadecuados, exceso de estímulos, ansiedad, problemas físicos o emocionales. Sin embargo, más allá de la superficie, suele haber un hilo común: la imposibilidad de desconectar. Vivimos en una época donde todo exige presencia constante: mensajes, pantallas, tareas pendientes. El sujeto moderno, atrapado entre la hiperconexión y la autoexigencia, ha perdido la capacidad de detenerse, algo que también exploramos cuando hablamos de la fatiga emocional en tiempos de conexión permanente.

No dormir puede ser, paradójicamente, una forma inconsciente de sostener el control. Algunas personas no logran entregarse al sueño porque temen lo que aparece cuando el pensamiento se apaga: la angustia, la soledad o las preguntas que el día mantiene en silencio. El cuerpo, en su resistencia a descansar, da testimonio de aquello que la palabra no logra tramitar.

En el insomnio crónico, lo que aparece no es solo cansancio, sino una tensión constante entre el deseo de dormir y la imposibilidad de hacerlo. Esta contradicción deja entrever que no es únicamente el cuerpo el que se resiste, sino una mente que se defiende de lo inconsciente, de lo que podría surgir en ese espacio de rendición.

Podemos pensar, por ejemplo, en el caso de Emma, una mujer de 38 años que lleva meses sin poder dormir más de tres horas seguidas. Su médico no encuentra causa orgánica, y los fármacos apenas le proporcionan alivio momentáneo. En las sesiones, empieza a hablar del miedo a “perder el control”, del temor a no estar a la altura en su trabajo, de la sensación de que si se detiene, todo se desmoronará. El insomnio, en este caso, se revela como un intento desesperado de sostener una mente que no quiere ceder: la vigilia perpetua se convierte en una defensa frente a un malestar más profundo.

Relación entre estrés y sueño

El estrés es uno de los grandes moduladores del sueño. Cuando el cuerpo se mantiene en alerta, la mente interpreta el descanso como una amenaza. El sistema nervioso, preparado para responder a un peligro, bloquea las funciones que implican relajación o entrega. Así, el sueño no llega, o llega de forma fragmentada, sin permitir la recuperación real del organismo.

Pero el estrés no siempre proviene de una situación concreta. A menudo es el resultado de un modo de vida, de una relación exigente con uno mismo. La mente saturada no solo se cansa por exceso de trabajo, sino también por la imposibilidad de poner límites al propio deseo de control, de rendimiento o de perfección. En este punto es útil distinguir, como desarrollamos en el artículo ansiedad y estrés como formas distintas de sufrimiento, entre aquello que nos exige el entorno y la manera en que cada sujeto responde a esas demandas.

Desde la orientación psicoanalítica, se entiende que el sujeto contemporáneo está sometido a mandatos de productividad y felicidad. “Debes aprovechar el tiempo”, “tienes que rendir”, “no puedes fallar”. Estas consignas sociales, asumidas de forma inconsciente, generan una tensión constante que impide el descanso.

Dormir, en cambio, implica renunciar al dominio del yo, aceptar una cierta pasividad. Por eso el insomnio puede ser leído como la resistencia a soltar el control, una lucha interna entre el deseo de descansar y el miedo a lo que el silencio podría revelar.

En este sentido, el estrés y el insomnio forman un círculo difícil de romper: cuanto más se teme no dormir, más difícil se hace dormir. El pensamiento anticipa el fracaso del descanso, y el cuerpo obedece esa orden invisible. No es raro que quienes padecen insomnio describan la noche como un tiempo angustiante, donde cada minuto despierto se convierte en una confirmación de impotencia.

mujer durmiendo placidamente soñando univesoCómo mejorar la higiene del sueño

El concepto de higiene del sueño alude a un conjunto de hábitos que pueden favorecer un descanso reparador: mantener horarios regulares, evitar pantallas antes de dormir, reducir estimulantes, cuidar el ambiente del dormitorio. Estas medidas son útiles, pero en muchos casos resultan insuficientes cuando el insomnio tiene raíces psíquicas profundas.

Cuando el malestar que sostiene el insomnio no se aborda, la corrección de rutinas puede aliviar, pero no resolver. Es como intentar calmar un grito bajando el volumen sin escuchar su contenido.

Desde una perspectiva clínica, la mejora real requiere abrir un espacio donde la palabra pueda desplegar lo que el cuerpo expresa. En un dispositivo de escucha profesional, la persona puede empezar a poner en palabras aquello que la mantiene en vela: las preocupaciones, los miedos, las exigencias, las culpas, los deseos que no encuentran lugar. Este tipo de trabajo puede enmarcarse en un proceso de psicoterapia para adultos en Barcelona.

A veces, el simple hecho de poder decir lo que no se duerme — las ideas que giran en la cabeza, los pensamientos que no cesan — ya permite que el cuerpo empiece a aflojar. La mente saturada necesita un lugar de descarga simbólica, no solo de silencio físico.

La higiene del sueño, entonces, no debería reducirse a un protocolo conductual, sino entenderse también como una forma de cuidado subjetivo. Dormir bien no es solo cuestión de apagar la luz, sino de permitir que el pensamiento descanse. Y ese descanso no siempre se logra por voluntad: a veces requiere de un trabajo de elaboración, de un espacio de escucha donde lo que oprime pueda ser simbolizado, algo de lo que también hablamos en el lenguaje de la angustia en tiempos de aceleración.

hombre tumbado cama insomnio reloj nocheEl riesgo de no tratar el insomnio

El insomnio prolongado no es solo un problema de cansancio. Afecta la concentración, el estado de ánimo, la memoria, las relaciones y la capacidad de disfrutar. La privación de sueño puede llevar a irritabilidad, ansiedad, despersonalización y, en casos extremos, a una sensación de extrañamiento con la realidad.

Sin descanso, el sujeto se desorganiza: el cuerpo ya no sostiene, la mente no responde, y la vida cotidiana se vuelve un esfuerzo permanente. En ese punto, la búsqueda de alivio rápido —medicación, alcohol, distracción constante— puede convertirse en otro modo de evasión, dejando intacto el núcleo del malestar.

No se trata de negar el valor del tratamiento médico o farmacológico cuando es necesario, sino de reconocer que el insomnio es también un mensaje, una forma en que el cuerpo pide ser escuchado. El silencio del sueño interrumpido puede ser la expresión más elocuente de lo que no encuentra palabras.

Invitación al trabajo personal

Dormir no es solo descansar: es permitir que algo del día se cierre. Cuando eso no ocurre, conviene preguntarse qué es lo que insiste en permanecer despierto. ¿Qué pensamientos no cesan? ¿Qué parte de uno mismo no se permite soltar?

El trabajo terapéutico desde la orientación psicoanalítica ofrece un espacio donde ese malestar puede encontrar una vía distinta de expresión. Allí donde el cuerpo no puede dormir, la palabra puede comenzar a hablar.

En un dispositivo de escucha profesional, se abre la posibilidad de que el sujeto reconozca lo que el insomnio intenta decir, no para “callarlo”, sino para escucharlo de otra manera. A veces, dormir mejor no es cuestión de técnicas, sino de atender lo que nos desvela y permitir que ese mensaje encuentre lugar en la palabra y en el vínculo terapéutico.

Escrito por:
Mila Herrera
Directora de Psicoclínica Barcelona

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