En el mundo laboral actual, la medición constante se ha convertido en norma. Las empresas…
En un mundo donde el tiempo parece siempre escaso, la multitarea se ha convertido en una habilidad deseable. Se nos invita a contestar correos mientras escuchamos reuniones, revisar redes sociales mientras trabajamos y atender varias responsabilidades al mismo tiempo. Sin embargo, numerosos estudios demuestran que la multitarea no aumenta la eficiencia: más bien disminuye la concentración, reduce la memoria de trabajo y genera un desgaste emocional silencioso, algo que muchas personas relatan cuando acuden a nuestro centro de psicología en Cataluña.
Desde la orientación psicoanalítica, la ilusión de la multitarea puede entenderse como un reflejo del modo contemporáneo de manejar la atención y el deseo. Hacer de todo a la vez no solo afecta el rendimiento, sino también la conexión con uno mismo, con lo que verdaderamente importa y con las emociones que acompañan cada actividad; por eso, cada vez más personas buscan la ayuda de un psicólogo para adultos en Barcelona para revisar su relación con el trabajo y el tiempo.
El mito de la multitarea
El mito de la multitarea sostiene que es posible atender a varias tareas simultáneamente sin perder eficacia. Sin embargo, investigaciones de neurociencia y psicología cognitiva muestran lo contrario: la mente humana no está diseñada para concentrarse en varias tareas complejas al mismo tiempo. En lugar de ejecutar múltiples acciones simultáneas, lo que ocurre es un cambio rápido de foco, con interrupciones cognitivas y un mayor gasto de energía mental, algo que también se observa en quienes quedan atrapados en la procrastinación y la vivencia de un tiempo detenido.
Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Stanford (Ophir et al., 2009) encontró que quienes intentan manejar múltiples tareas muestran peor capacidad de concentración, menor memoria de trabajo y mayor susceptibilidad a distracciones que aquellos que se enfocan en una tarea a la vez. La multitarea crea la ilusión de eficiencia, pero en realidad fragmenta la atención y disminuye la calidad de lo que hacemos.
En la vida cotidiana, esto se traduce en correos sin revisar adecuadamente, errores en tareas simples, olvidos o sensación constante de estar “atrapado” en el flujo de información. El resultado es agotamiento mental, frustración y una sensación de incapacidad a pesar de trabajar más horas que nunca, lo que en muchos casos lleva a consultar con psicólogos especializados en estrés.
Impacto en atención y memoria
El coste de la multitarea no es solo emocional: afecta procesos cognitivos esenciales, como la atención sostenida y la capacidad de consolidar recuerdos. Al dividir la atención, la información no se fija correctamente y la mente pierde la capacidad de retener detalles importantes, generando una sensación de saturación que puede estar en la base de experiencias como despertar con ansiedad al inicio del día.
Un ejemplo común: alguien que estudia mientras responde mensajes y revisa notificaciones puede creer que “avanza” en varias cosas, pero al final recuerda menos y comete más errores. La sensación de eficiencia es ilusoria, y el sujeto termina sintiéndose agotado y frustrado. Esta acumulación de estímulos hace evidente la necesidad de una cierta desintoxicación digital, como la que se aborda al reflexionar sobre la desintoxicación tecnológica.
Desde la orientación psicoanalítica, esto puede interpretarse también en términos de fragmentación del deseo y del yo. Cada tarea desplazada y cada interrupción externa impide que la persona se conecte con la experiencia de manera plena. La atención fragmentada refleja un estado psíquico donde el deseo se diluye entre obligaciones y estímulos externos, generando sensación de vacío y desconexión, una lógica que se despliega en la paradoja de desconectar conectándose constantemente.
Cómo organizar sin colapsar
La alternativa no es rechazar la diversidad de actividades, sino organizar la atención de manera consciente. Algunas estrategias incluyen priorizar tareas, establecer bloques de concentración sin interrupciones y permitir espacios reales de descanso. Se trata de recuperar una relación más libre con el propio tiempo, donde no todo sea urgente ni todo exija respuesta inmediata.
- Priorizar tareas: identificar qué es verdaderamente urgente o importante y abordarlo sin interrupciones.
- Bloques de concentración: dedicar periodos específicos a tareas concretas, evitando distracciones externas.
- Pausas planificadas: permitir descansos cortos para que la mente procese información y se recupere.
- Desconexión temporal: silenciar notificaciones y redes sociales mientras se realizan tareas que requieren concentración.
Estas estrategias no solo mejoran el rendimiento, sino que también protegen la salud mental, reducen la ansiedad y permiten recuperar la sensación de control sobre el propio tiempo. Introducir límites claros al uso de pantallas, especialmente en horarios de descanso, ayuda a disminuir la hiperexigencia interna y el ruido constante de estímulos.
En la práctica clínica, muchos pacientes reconocen que el intento constante de hacer “todo a la vez” produce una sensación de insuficiencia permanente. La multitarea se convierte en un mandato interno: siempre hay algo más que atender, siempre se está fallando en algún frente. Reconocer este patrón y aprender a gestionarlo requiere un espacio de escucha profesional donde se pueda explorar el impacto emocional y subjetivo de la dispersión constante.
Ejemplos cotidianos y testimonios
Consideremos a Ana, gerente de proyectos, quien intenta responder correos mientras coordina reuniones y supervisa tareas de su equipo. Aunque parece productiva, experimenta olvidos frecuentes, irritabilidad y sensación de frustración. Ana describe que, al final del día, siente que no ha logrado nada realmente importante, a pesar de llevar horas conectada.
Otro caso es el de Luis, estudiante universitario, que intenta estudiar mientras revisa redes y responde mensajes. A pesar de largas jornadas frente a los apuntes, sus calificaciones bajan y su motivación disminuye. Su mente parece saturada, incapaz de procesar lo que aprende, y comienza a sentirse inútil y ansioso. En ambos casos, la multitarea funciona como una trampa: promete eficacia, pero entrega fragmentación y agotamiento.
La mirada psicoanalítica
Desde la orientación psicoanalítica, la multitarea no es solo un problema de gestión del tiempo, sino también una manifestación del malestar subjetivo contemporáneo. El intento de hacer todo refleja la dificultad de tolerar la falta, la espera y el vacío. Cada interrupción constante y cada estímulo externo funcionan como un mecanismo de evasión: evitan enfrentarse a lo propio, al deseo y a la reflexión interna.
En este sentido, aprender a enfocarse no es solo una estrategia cognitiva, sino un acto de cuidado de la vida psíquica. La concentración sostenida permite habitar la experiencia con profundidad, sentir lo que se hace y reconectar con la propia voz interior, en lugar de fragmentarla en mil direcciones externas. Dejar de hacer varias cosas a la vez abre la posibilidad de preguntarse qué se quiere realmente.
Un dispositivo de escucha profesional ofrece un espacio donde explorar estas tensiones: comprender cómo la multitarea impacta en el sujeto, qué emociones dispara y qué deseos quedan relegados. El objetivo no es imponer un orden rígido, sino facilitar la conciencia de cómo se habita el tiempo y la atención, y cómo estas prácticas afectan la subjetividad.
Invitación a la reflexión
En un mundo saturado de estímulos, hacer de todo a la vez puede ser la forma más sutil de no poder con nada. La multitarea promete eficiencia, pero a menudo entrega fragmentación, ansiedad y desconexión interna. Detenerse a pensar cómo se está usando la atención es ya un primer gesto de cuidado hacia uno mismo.
El trabajo terapéutico permite frenar el flujo, poner palabras al impacto emocional y recuperar el ritmo propio. Permite transformar la sensación de dispersión en un espacio de elección: decidir qué atender, cuándo y cómo, en lugar de quedar atrapado en un flujo incesante de demandas externas.
Porque al final, no se trata de hacer más, sino de hacer con presencia y sentido. La productividad consciente no mide solo el resultado, sino la calidad con que se vive cada instante. Una sola tarea atendida con atención plena puede ser más valiosa que muchas realizadas a medias.
Y así, mientras la mente aprende a concentrarse, cada tarea deja de ser un peso fragmentado y se convierte en un hilo que teje sentido en nuestra vida, uniendo atención, deseo y experiencia en lugar de dispersarlos en mil direcciones.

La mirada psicoanalítica