Saltear al contenido principal

psicólogos no pueden tratar a sus familiaresEl vínculo familiar es una de las relaciones más importantes y cercanas que una persona puede tener. Sin embargo, cuando se trata de cuestiones de salud mental, los psicólogos deben mantener ciertos límites profesionales que les impiden tratar a sus propios familiares. Esta restricción no es simplemente una norma ética sin fundamento, sino una salvaguardia crucial para garantizar la calidad del tratamiento y la objetividad del terapeuta. En este artículo, exploraremos las razones por las cuales los psicólogos no deben asumir el papel de terapeutas en el caso de sus seres queridos y cómo esto afecta tanto al profesional como al paciente.

El conflicto entre la objetividad profesional y el apego emocional

Uno de los principios fundamentales de la psicología clínica es la necesidad de mantener una postura imparcial y objetiva durante el tratamiento. La capacidad de un psicólogo para analizar las situaciones con claridad y ofrecer intervenciones eficaces se basa en su distanciamiento emocional de los problemas del paciente. Sin embargo, cuando se trata de un familiar, este distanciamiento es casi imposible de lograr.

El apego emocional que un psicólogo siente hacia su familiar puede nublar su juicio y dificultar la toma de decisiones clínicas apropiadas. Las emociones pueden interferir en la evaluación del problema, haciendo que el terapeuta minimice, exagere o interprete de manera subjetiva las situaciones. Por lo tanto, es esencial mantener una separación clara entre las relaciones familiares y las relaciones profesionales para evitar comprometer el tratamiento.

La objetividad es clave en el tratamiento psicológico

La objetividad es uno de los pilares del tratamiento psicológico. Un terapeuta debe ser capaz de evaluar la situación de su paciente de manera neutral y sin prejuicios. Esta distancia emocional permite al psicólogo tomar decisiones basadas únicamente en el bienestar del paciente y no en sus propios sentimientos o deseos. Sin embargo, cuando el paciente es un familiar, esta neutralidad puede desaparecer.

El psicólogo puede tener una visión preconcebida de los problemas de su familiar, lo que puede influir en la manera en que aborda el tratamiento. Por ejemplo, puede subestimar la gravedad de ciertos problemas, como la depresión o la ansiedad, porque los ha visto en su familiar durante años y ha desarrollado una tolerancia hacia ellos. De la misma manera, puede sobreproteger a su familiar, evitando que enfrente las dificultades necesarias para su crecimiento y recuperación.

Los riesgos de la contratransferencia

El concepto de contratransferencia es clave en la relación terapéutica. La contratransferencia se refiere a los sentimientos y reacciones que el terapeuta proyecta sobre su paciente, basados en sus propias experiencias y emociones. Cuando el paciente es un familiar, el riesgo de que la contratransferencia afecte negativamente el tratamiento es considerablemente mayor.

En una relación familiar, existen dinámicas preexistentes que pueden complicar aún más la situación. Por ejemplo, un psicólogo podría sentirse responsable por la situación emocional de su familiar o tener dificultades para separar sus roles de familiar y terapeuta. Este tipo de conflictos internos puede llevar a errores graves en el tratamiento, como la sobreidentificación con el problema del paciente o la subestimación de los síntomas.

La importancia del anonimato y la privacidad en el tratamiento

Un aspecto crucial del tratamiento psicológico es la confianza entre el paciente y el terapeuta. El paciente debe sentirse libre para expresar sus pensamientos y emociones sin temor a ser juzgado o a que la información compartida sea utilizada fuera del contexto terapéutico. Cuando el terapeuta es un familiar, el paciente puede no sentirse cómodo hablando de ciertos temas, especialmente aquellos que podrían afectar la relación familiar.

El miedo al juicio o a las repercusiones dentro del ámbito familiar puede llevar al paciente a ocultar información o a minimizar la gravedad de sus problemas. Esta falta de honestidad puede obstaculizar el progreso terapéutico, ya que el psicólogo no tendrá una visión completa de la situación y, por lo tanto, no podrá ofrecer el tratamiento más adecuado. El tratamiento debe realizarse en un entorno de total confidencialidad y profesionalismo, algo que puede ser difícil de mantener cuando las fronteras entre la vida personal y profesional se desdibujan.

Protección de la relación familiar

Otro motivo importante por el cual los psicólogos no deben tratar a sus familiares es la necesidad de proteger la relación familiar en sí misma. El proceso terapéutico puede ser intenso y confrontativo, y puede implicar la revelación de información sensible que podría dañar las relaciones personales. Al intervenir como terapeuta, el psicólogo corre el riesgo de comprometer no solo el éxito del tratamiento, sino también su vínculo emocional con su familiar.

En lugar de ofrecer un tratamiento adecuado, el terapeuta podría verse atrapado entre su deber profesional y sus sentimientos personales. Además, el familiar podría sentir que la intervención terapéutica es una invasión de su vida personal, lo que podría generar resentimientos o conflictos. Al mantener estos roles separados, se asegura la integridad tanto de la relación familiar como del tratamiento.

El Código Ético de los Psicólogos

El Código Deontológico de la Psicología establece claramente que los profesionales de la salud mental no deben tratar a personas con las que tienen relaciones personales cercanas. Esta regla se basa en la premisa de que la neutralidad y la distancia son necesarias para proporcionar un tratamiento efectivo y ético. El código también establece que los psicólogos deben derivar a sus familiares a otros profesionales capacitados, quienes podrán ofrecer el tratamiento adecuado sin el riesgo de conflictos de interés o problemas emocionales.

Además, es importante señalar que los psicólogos tienen la responsabilidad de cuidar su bienestar emocional. Tratar a un familiar puede generar un agotamiento emocional considerable, ya que el profesional se ve forzado a gestionar tanto sus propias emociones como las de su ser querido. Esto puede llevar a un desgaste que afecte tanto su vida personal como su práctica profesional.

Conclusión

Los psicólogos tienen una responsabilidad fundamental hacia sus pacientes, que incluye mantener una distancia profesional y emocional adecuada. Tratar a un familiar compromete esta distancia y puede generar problemas tanto para el psicólogo como para el paciente. La objetividad, la confidencialidad y la integridad del tratamiento son aspectos que no deben sacrificarse, por lo que es esencial que los psicólogos se abstengan de asumir el papel de terapeutas para sus familiares. Al seguir estas pautas éticas y profesionales, se garantiza que tanto el tratamiento como la relación familiar permanezcan intactos y saludables.

Escrito por:
Mila Herrera
Directora de Psicoclínica Barcelona

Volver arriba