Buscar ayuda profesional en psicología es un paso valiente y transformador en el viaje hacia…
Abandonar ciertos modos de satisfacción no es tarea sencilla. Digamos que uno, a través de su historia y del encuentro con el lenguaje, establece formas de satisfacción que quedan fijadas en el cuerpo por el encuentro con la palabra. El empuje a la repetición de esta satisfacción puede llevar al sujeto a un auténtico calvario, al ver como eso que le llama a repetir puede llevarle a la ruptura del lazo social y por tanto caer en una soledad autoerótica. Los cantos de sirena de la satisfacción llamarán al sujeto para empujarlo a repetir una vez más, aunque solo sea una vez más…
Y es que no es el placer lo que persigue tal satisfacción. Más bien sabemos que muchas veces lo que esconde es una manera de protegerse de la angustia que surge de lo real del ser. La paradoja es que si bien ciertos modos de satisfacción permiten al sujeto taponar momentáneamente el agujero fuente de su malestar, luego no hacen más que agrandarlo pudiendo provocar verdaderas crisis de angustia.
Freud decía que ese empuje a la repetición tenía que ver con el ideal de atrapar una satisfacción absoluta, mítica. La marca de una satisfacción originaria que ya nunca más volverá a estar al alcance del sujeto, por lo tanto se trata de una pérdida irreversible. Lacan sitúa en este punto la pérdida de goce que conlleva para el sujeto su entrada en el lenguaje. Sin duda Lacan es quien mejor teoriza sobre esta cuestión, articulando y separando el deseo y el goce.
Sabemos bien que no se trata de dejar de gozar, entre otras cosas porque es imposible, pero sí de hacerlo en ciertas cuotas de libertad. El amor, el sexo, la comida, las drogas, el juego, el trabajo… son claros representantes del placer, pero en cambio todos esconden el riesgo para el sujeto de una pérdida de regulación. En este sentido el deseo del sujeto se erige como verdadero antídoto ante la dependencia.
Es por la vía del deseo que muchos de los pacientes de nuestra clínica de psicólogos pueden encontrar otra manera diferente de relacionarse con los demás y con ellos mismos. Algo que solo será accesible para aquellos que hayan podido asumir algo de la imposibilidad Freudiana, eso que habitualmente se escucha : «Todo no se puede», pero no basta con saberlo, sino que más bien se trata de asumirlo.